Cuando Marcelo Bielsa era aquel recio defensa central no imaginaba que su nombre lo trascendería para convertirse en un adjetivo. El "Bielsismo" excede al propio Bielsa, es una filosofía y una visión del mundo, por supuesto también del fútbol.
Hay pocas cosas que me identifican de las que me siento plenamente orgulloso, una de ellas: "Soy Bielsista". ¿Qué significa serlo? Mantener la pelota en el piso, siempre a un compañero, atacar con juego asociado y solidaridad defensiva.
Más allá de las tácticas (442, 532, 343, etc) hay una idea de juego, un concepto que apela al compromiso: juego en equipo.
Hay una simple anécdota que lo pinta de cuerpo entero, antes de fichar como entrenador del Atlethic de Bilbao fue tentado por el Inter. Respetuosamente respondió que agradecía la oferta pero que tenía un compromiso de palabra con uno de los candidatos a presidente del citado Club. Un hombre de palabra.
Después de ser campeón de los Juego Olímpicos decide dar un paso al costado de la dirección técnica de la selección. Hoy sigue siendo recordado por aquellos tres partidos en el Mundial 2002 en los que las cosas no salieron, simplemente eso. Argentina tenía una identidad futbolística, existía una manera de jugar que iba más allá de los ejecutores. Siempre al frente.
Imagino a Marcelo sentado, observando el vacío, simplemente recreando momentos y jugadas. Sentado, pensando en que vendrá y su búsqueda, que es la de todos, la felicidad. Indudablemente son sus discursos y sus equipos los que mejor dan cuenta de quien es, pero también son sus allegados quienes no dudan en reconocer sus virtudes, sus aciertos, de sus errores sólo parece ocuparse él.
Orgulloso de ser "bielsista", de sentir que sus palabras y equipos me identifican.
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