Domingo, 10hs me despierto y siento una
incipiente angina que me obliga a reposar. Pienso: “Hoy juega el Barsa, hoy
juega Messi”.
Se hacen las 14hs, me predispongo a ver Barcelona-Levante
y a los 15 minutos ya están 2-0, a los 25´ 4-0 y a los 45´ 6-0. El segundo
tiempo solo sirvió para la llegada del 7mo y último tanto del equipo de
Martino.
En medio de eso, me encuentro analizando
que durante todo el partido los centrales estaban ubicados en el círculo
central y la presión con quite de pelota se producía en 3/4 de cancha. O sea,
apenas saliendo del área del Levante.
Al mismo tiempo, en la tv pública se
jugaba Sportivo Belgrano-Bandfield en un estadio que, no quiero faltar el
respeto a nadie, se parecía bastante al baldío de mi infancia. Se jugaba a
pleno pelotazo cruzado, poco por el suelo y todos aprestos a ganar la (ya
famosa) segunda jugada. Lo más interesante del juego estaba en las tribunas.
Entusiasta, me apresto a ver
Racing-Tigre. Confianza ciega en los pequeños jugadores del club de Avellaneda;
pensaba que lo ligeros de Zubeldia darían muestras de su potencial (hasta ese
momento latente). Error. Me encontré con pocas ideas, pelotazos cruzados,
despejes al centro y un golazo de “De Paul”, esa joyita de la cantera
racinguista que lleva la 10 en la espalda.
Después del daño a mis retinas y con un
sinfín de preguntas derivadas del festejo desenfrenado de Sand a su ex técnico
(quien lo mantuvo como titular a pesar de su desastroso paso) y el muy mal
partido jugado por Miglionico; me senté en el pasto a leer.
Ya recuperado, ingenuamente, pensé en
ver un rato de Godoy Cruz-River. Reconozco que tenía serías expectativas en ese
partido. Los mendocinos proponen y poseen buenos jugadores, y River, siempre es
River. Ambos quedaron en deuda, no solo porque terminaron en 0, sino por la
falta de juego asociado y de definición.
Justamente “Deuda”, esa fue la película
con la que me fui a dormir...
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