Finlandía
es conocida por su frío, por ser confundida con su país vecino y, para los
desgastadores del fútbol por haber sido la casa y el país que vio nacer a Jerry
Lithmanen.
En
la era de Messi y Cristiano Ronaldo, en esta época de cracks mediaticos, que están
presentes hasta en la sopa, que son vistos hasta el hartazgo en programas,
propagandas y demás. El fútbol, como el mundo, se ha hiperglobalizado y
conocemos de memoria la formación del Barça pero nos cuesta conocer los once de
Lanús para el domingo.
Lithmanen
tuvo su desarrollo en el Ajax de Van Gaal, quizás la sensación europea durante
gran parte de la década del ´90. En aquel equipo se destacaban los hermanos De
Boer, Van Der Sar, Overmars, Zenden, y el mencionado Lithmanen.
¿Por
qué sacar del ostracismo a este jugador se preguntará Ud. distinguido lector? Por
su técnica, su paciencia y por tener la particularidad de darle la pelota
siempre a un compañero. Este volante creativo no solo jugaba sino que hacía
jugar a sus compañeros y llevo a la selección finlandesa a creer, al menos por
un momento, que participar de la cita mundialista era posible.
La
estética del Barcelona de Guardiola y su continuidad con Villanova no es más
que la utilización (optima por cierto) de la escuela holandesa, cambiando sus
ejecutores y con un jugador de características inigualables, capaz de definir
una jugada, un partido, en apenas segundos: Lionel Messi.
Para
aquellos niños y/o olvidadizos, Lithmanen fue un jugador similar a Iniesta o
Xavi, capaz de dar el pase justo en poco espacio, líder natural de la mitad de
la cancha y poseedor de una cabellera por demás prominente, típica por aquellos
años.
La
camiseta blanca con rojos en el centro y el número 10 en la espalda, parecía
quedarle grande, como si su estética no le importara, exhibía cierta
desfachatez propia del buen jugador de barrio, pero impropia del lujo europeo.
Yo crecí viendo su ocaso y hoy lo rescato del olvido.